Tuesday, November 10, 2020

 QUE NO HABRÁ NAVIDAD?

¡Claro que sí!
Más silenciosa y con más profundidad
Más parecida a la primera en la que Jesús nació en soledad.
Sin muchas luces en la tierra
pero con la de la estrella de Belén
destellando rutas de vida en su inmensidad
Sin cortejos reales colosales
pero con la humildad de sentirnos
pastores y zagales buscando la Verdad.
Sin grandes mesas y con amargas ausencias
pero con la presencia de un Dios que todo lo llenará
¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD?
¡Claro que sí!
Sin las calles a rebosar
pero con el corazón enardecido
por el que está por llegar
Sin ruidos ni verbenas,
reclamos ni estampidas...
pero viviendo el Misterio sin miedo
al "covid-herodes" que pretende
quitarnos hasta el sueño de esperar.
Habrá Navidad porque DIOS está de nuestro lado
y comparte, como Cristo lo hizo en un pesebre,
nuestra pobreza, prueba, llanto, angustia y orfandad.
Habrá Navidad porque necesitamos
una luz divina en medio de tanta oscuridad.
Covid19 nunca podrá llegar al corazón ni al alma
de los que en el cielo ponen su esperanza y su alto ideal
!HABRÁ NAVIDAD!
¡CANTAREMOS VILLANCICOS!
!DIOS NACERÁ Y NOS TRAERÁ LIBERTAD!

Wednesday, September 21, 2016

Papa Francisco interpreta en su audiencia el lema "Misericordiosos como el Padre "

«¿Las palabras de Jesús son reales? ¿Es de verdad posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él?». El Papa explicó que «misericordiosos como el Padre», lema del Jubileo de la Misericordia sacado del Evangelio de Lucas («Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso»), no es un «eslogan». Durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, explicó: « Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios?». Francisco también pidió no olvidar a los enfermos de Alzheimer ni a sus familiares en la Jornada mundial para sensibilizar a a opinión pública sobre esta enfermedad.
Misericordiosos como el padre: «No se trata de un “eslogan”, sino de un compromiso de vida», dijo el Pontífice argentino, quien citó después el pasaje del Evangelio de Mateo correspondiente: «Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo». «En esta misma perspectiva —continuó—, San Lucas precisa que la perfección es el amor misericordioso: ser perfectos significa ser misericordiosos. ¿Una persona que no es misericordiosa es perfecta? ¡No! ¿Una persona que no es misericordiosa es buena? ¡No!».
 
Claro, prosiguió Papa Bergoglio, « Dios es perfecto. Todavía, si lo consideramos así, se hace imposible para los hombres alcanzar esta absoluta perfección. En cambio, tenerlo ante los ojos como misericordioso, nos permite comprender mejor en que consiste su perfección y nos impulsa a ser como Él llenos de amor, de compasión y misericordia. Pero me pregunto: ¿Las palabras de Jesús son reales? ¿Es de verdad posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él?Si miramos la historia de la salvación, vemos que toda la revelación de Dios es un incesante e inagotable amor por los hombres», y la muerte de Jesús en la Cruz « es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Un amor talmente grande que solo Dios lo puede realizar. Es evidente que, relacionado con este amor que no tiene medidas, nuestro amor siempre será en defecto. Pero, ¡cuando Jesús nos pide ser misericordiosos como el Padre, no piensa en la cantidad! Él pide a sus discípulos convertirse en signo, canales, testigos de su misericordia».
En este sentido, «la Iglesia no puede dejar de ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo, en todo tiempo y hacia toda la humanidad. Todo cristiano, por lo tanto, es llamado a ser testigo de la misericordia, y esto sucede en el camino a la santidad».
Jesús explica cómo ser misericordiosos, continuó el Papa, con dos verbos: perdonar y donar. La misericordia se expresa antes que nada con el perdón: « Jesús no pretende alterar el curso de la justicia humana, todavía recuerda a los discípulos que pera tener relaciones fraternas se necesita suspender los juicios y las condenas». «¡El cristiano —exclamó Francisco— debe perdonar! Pero ¿Por qué? Porque ha sido perdonado. Todos nosotros que estamos aquí, hoy, en la Plaza, todos nosotros, hemos sido perdonados. Ninguno de nosotros, en su vida, no ha tenido necesidad del perdón de Dios. Y porque nosotros hemos sido perdonados, debemos perdonar. Y lo recitamos todos los días en el Padre Nuestro: “Perdona nuestros pecados; perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Es decir, perdonar las ofensas, perdonar tantas cosas, porque nosotros hemos sido perdonados de tantas ofensas, de tantos pecados. Y así es fácil perdonar. Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios? ¿Entienden esto? Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado. No porque no se quiera reconocer el pecado, sino porque condenar al pecador rompe la relación de fraternidad con él y desprecia la misericordia de Dios, que en cambio no quiere renunciar a ninguno de sus hijos. No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que se equivoca, no estamos por encima él: al contrario tenemos el deber de rescatarlo a la dignidad de hijo del Padre y de acompañarlo en su camino de conversión».
Y Jesús también enseña a donar: «Jesús no dice que cosa sucederá a quienes no donan, pero la imagen de la “medida” constituye una exhortación: con la medida  del amor que damos, seremos nosotros mismos a decidir cómo seremos juzgados, cómo seremos amados. Si observamos bien, existe una lógica coherente: ¡en la medida con la cual se recibe de Dios, se dona al hermano, y en la medida con la cual se dona al hermano, se recibe de Dios!».
 
«Cuánta necesidad tenemos todos de ser un poco misericordiosos», concluyó Francisco. « no hablar mal de los demás, de no juzgar, de no “desplumar” a los demás con las críticas, con las envidias, con los celos. ¡No! Perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra vida en el amor y donar»; de esta manera «el corazón crece, crece en el amor. En cambio, el egoísmo, la rabia, hace el corazón pequeño, pequeño, pequeño, pequeño y se endurece como una piedra. ¿Qué cosa prefieren ustedes? ¿Un corazón de piedra? Les pregunto, respondan: “No”. No escucho bien… “No”. ¿Un corazón lleno de amor? “Si”. ¡Si prefieren un corazón lleno de amor, sean misericordiosos!».


Con «particular alegría», el Papa saludó al final de la audiencia a los peregrinos turcos de la diócesis de Esmirna. En ocasión de la XXIII Jornada mundial del Alzheimer, que cae hoy y tiene como tema «Acuérdate de mí», el Papa invitó a todos los presentes en la plaza San Pedro a «acordarse, con la solicitud de María y con la ternura de Jesús misericordioso, de cuantos sufren este morbo y de sus familiares, para hacerles sentir nuestra cercanía. Recemos también por las personas que se encuentran al lado de los enfermos, sabiendo acoger sus necesidades, incluso las más imperceptibles, para que sean vistos con ojos llenos de amor». 

Wednesday, September 07, 2016

El cristiano tiene la mision de transformar el mundo y la historia dice Papa Francisco


“Las bienaventuranzas nos señalan el único y verdadero camino hacia la felicidad, que no está en el placer, el poder o las riquezas”. (P. Mariano Esteban Caro)
El Papa: “Jesús es el instrumento concreto de la misericordia del Padre”
El Papa en la audiencia general - CTV
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, una semana más, se ha reunido en la plaza de San Pedro  con miles de personas procedentes de todo el mundo, para la audiencia general de los miércoles. A su llegada a la plaza, los peregrinos han demostrado su entusiasmo saludando al Pontífice y agitando sus banderas. Mientras la banda tocaba la música, Francisco recorría los pasillos de la plaza con el papamóvil y bendecía a los presentes, de forma particular a los más pequeños. En la catequesis de esta semana, el Santo Padre ha reflexionado sobre la misericordia.
En el resumen realizado en español, el Papa ha explicado que en el evangelio de Mateo que se ha leído al inicio de la audiencia general, se escucha la pregunta de Juan el Bautista: “¿Eres tú el que ha de venir?”. Jesús –ha señalado el Papa– responde mostrando las obras de misericordia que realiza con los enfermos y desheredados, y de las que son testigos los discípulos del profeta. Asimismo ha observado que Jesús, el Mesías esperado, “es el instrumento concreto de la misericordia del Padre”, que sale al encuentro de todos “llevando consuelo y salud”, y a través “de los signos de la bondad divina llama a todos a la conversión, para que encuentren el camino de regreso al Padre”.
Por otro lado, el Pontífice ha señalado que la forma de actuar de Jesús puede escandalizar a muchos, “porque no se adecua a la idea que se han formado de él, pero nos alienta a aceptarlo como el Mesías que se revela en las obras que cumple, siguiendo la voluntad del Padre”. El cristiano –ha finalizado Francisco– cree en el Dios de Jesucristo y tiene el deseo de crecer en la experiencia viva de su misterio de amor, que lo empuja a la misión de trasformar el mundo y la historia.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Esforcémonos –ha exhortado– en no ser obstáculo de la misericordia del Padre, sino al contrario, “pidamos al Señor que incremente nuestra fe, para ser signos e instrumentos de su misericordia”.
Después de los resúmenes de la catequesis en las distintas lenguas, el Santo Padre ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. El domingo pasado, ha recordado el Papa, celebramos la canonización de Madre Teresa de Calcuta. Así, ha pedido a los jóvenes que se conviertan, como ella, en “artesanos de misericordia”. A los enfermos les ha invitado a sentir su cercanía compasiva especialmente en la hora de la cruz. Finalmente ha exhortado a los recién casados a que la invoquen para que no falte nunca en la familia los cuidados y la atención a los más débiles.
La audiencia general ha concluido con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica.

Wednesday, August 31, 2016

el Papa Francisco nos anima a ir al encuentro de quien está solo y necesitado

Vox Populi \ El Papa en tu Radio

Jesús indica el camino a seguir para ir al encuentro de quien está solo y necesitado. Catequesis del Papa

El Papa saluda a los fieles en la Plaza de san Pedro antes de la Audiencia General - AFP

(RV).- En la Audiencia General del último miércoles de agosto, el Papa Francisco impartió su catequesis reflexionando a partir del pasaje bíblico de Mateo que narra el episodio de la mujer que sufría pérdidas de sangre, una enfermedad que según la cultura del tiempo la hacía impura, y por la que debía evitar todo contacto humano. 
 
"Como hemos escuchado en el Evangelio, una mujer que sufría flujos de sangre se abrió paso entre la multitud para tocar el borde del manto de Jesús - dijo en la catequesis pronunciada en español. Estaba convencida de que Jesús era el único que podía liberarla de su enfermedad y de la marginación que sufría desde hacía bastante tiempo. Cuando la mujer tocó el manto, Jesús se volvió hacia ella y la miró con ternura y misericordia". Fue "un encuentro personal y de acogida, en el que Jesús alabó su fe sólida, capaz de superar cualquier obstáculo y adversidad". 
Tras destacar la valentía y la fe de esta mujer, que alcanzó a Jesús desafiando las prescripciones que establecía la ley de Moisés, inclusive "con un poco de astucia", Francisco quiso indicar una reflexión, acerca de cómo la mujer es, a menudo, "percibida y representada", indicando pues, que con esta narración, todos somos puestos en guardia, "también las comunidades cristianas", de visiones de la femineidad afectadas por prejuicios y sospechas, que resultan perjudiciales para la dignidad inviolable de la mujer. El Papa reiteró que en dicho sentido, son precisamente los Evangelios los que "restablecen la verdad y reconducen a un punto de vista liberatorio".
Prosiguiendo en español, indicó que "Jesús no sólo cura a la mujer de su dolencia, sino que la libra de sus temores y complejos, le restituye su dignidad y la reintegra en la esfera del amor misericordioso de Dios". Y al asegurar que el Señor Jesús "es la fuente de todo bien y de él nos viene la salvación y que nosotros debemos acogerlo con fe viva y auténtica, como demostró tener esa mujer", recordó que éste es el modo en el que el Señor indica a la Iglesia el camino que debe cumplir para ir al encuentro de cada persona.
De ahí sus palabras al finalizar su catequesis: "Que el ejemplo de Jesús nos ayude a salir al encuentro de quien está solo y necesitado, para llevar su misericordia y ternura, que sana las heridas y restablece la dignidad de hijos de Dios".

Wednesday, August 17, 2016

La misericordia instrumento de comunion en la familia dijo el Papa Francisco


Inicio / Papa Francisco

Francisco llama a la misericordia como instrumento de comunión en la familia y el trabajo



17 agosto 2016
Francisco llama a la misericordia como instrumento de comunión en la familia y el trabajo
Francisco se bajó del papamóvil para saludar a algunas personas que asistieron a la audiencia general.
En su Audiencia General del 17 de agosto, en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco exhortó a los fieles a ser “signo visible de la misericordia de Dios”, para que descienda “la comunión y la paz entre los hombres y la comunión de los hombres con Dios”.

El Santo Padre dedicó su catequesis a “la misericordia como instrumento de comunión”, tomando como base el milagro de la multiplicación de los panes y peces relatado en el Evangelio de San Mateo, y dijo que el “camino a seguir” señalado por Jesús a sus discípulos, es “saciar al pueblo y tenerlo unido; es decir, estar al servicio de la vida y de la comunión”.

“Pues invoquemos al Señor, para que haga siempre a su Iglesia capaz de este santo servicio, y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en su propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos de pertenencia”.

El Papa indicó que “el inicio de la narración que hace Mateo” presenta a Jesús que “apenas recibido la noticia de la muerte de Juan Bautista, y con una barca atraviesa el lago en búsqueda de ‘un lugar desierto para esta a solas’”.

“La gente lo intuye y lo precede a pie – Él va por el lago, y la gente a pie – así que ‘cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos’”.

“Así era Jesús: siempre con la compasión, siempre pensando en los demás”, indicó el Papa.

“Impresiona la determinación de la gente, que teme ser dejada sola, como abandonada”, destacó el Santo Padre, y señaló que “viendo esto Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío. Jesús es capaz de conmoverse”.

“Su compasión no es un vago sentimiento; en cambio muestra toda la fuerza de su voluntad por estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama tanto. Tanto nos ama, Jesús. Y quiere estar cerca de nosotros”.

Al acercarse la tarde, recordó el Papa, “Jesús se preocupa por dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas” y “quiere involucrar en esto a sus discípulos”.
“De hecho, les dice a ellos: ‘denles de comer ustedes mismos’. Y demostró a ellos que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración, podían ser compartidos por toda aquella gente. Es un milagro que hace Él, pero es el milagro de la fe, de la oración con la compasión y el amor”.

El Santo Padre destacó que “el Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere hacer de cada uno de nosotros concretamente participes de su compasión”.
Francisco también hizo hincapié en que los signos de Jesús en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces son los mismos que “ha realizado en la Última Cena: el mismo; y son también los mismos que todo sacerdote realiza cuando celebra la Santa Eucaristía. La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística”.

“Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto otra cosa que permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana, al contrario, siempre nos introduce más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles un signo concreto de la misericordia y de la atención de Cristo”, dijo.
El Santo Padre subrayó que “así Jesús ve a la gente, siente compasión, multiplica los panes y lo mismo hace con la Eucaristía”.

“Y nosotros creyentes que recibimos este pan somos impulsados por Jesús a llevar este servicio a los demás, con la misma compasión de Jesús. Este es el camino”, indicó.

Wednesday, August 10, 2016

Dios nos quiere de pie y nos crea para estar de pie dice el Papa Francisco en Audiencia

«Dios nos quiere de pie, nos creó para estar de pie», y, cuando caemos, nos repite: «“¡Levántate!”». Papa Francisco volvió a hablar sobre el Jubileo durante la audiencia general de los miércoles, en el Aula Pablo VI, y subrayó que la Misericordia es «un camino que parte desde el corazón para llegar a las manos», es decir: parte desde la curación del encuentro con Jesús, cuya compasión levanta a las personas que han caído, y se traduce en obras de misericordia hacia los demás.
«El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado nos presenta un milagro de Jesús verdaderamente grandioso: la resurrección de un chico», recordó el Papa. «Sin embargo, el alma de esta narración no es el milagro, sino la ternura de Jesús por la mamá de este chico. La misericordia aquí toma el nombre de gran compasión por una mujer que había perdido a su marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una madre que conmueve a Jesús y lo provoca al milagro de la resurrección».
«Durante este Jubileo, sería una buena cosa que, al pasar por la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordaran este episodio del Evangelio, que sucedió a las puertas de Naín»; cuando Jesús vio a una madre llorando por la muerte de su hijo detuvo el la procesión fúnebre y, «movido por una profunda misericordia por esta madre», que «entró en su corazón», «decidió afrontar a la muerte, por decirlo así, de tú a tú (y la afrontará definitivamente, de tú a tú, en la Cruz)».
Francisco prosiguió explicando que a la Puerta Santa «cada uno llega llevando la propia vida, con sus alegrías y sufrimientos, sus proyectos y sus fracasos, sus dudas y sus temores, para presentarla a la misericordia del Señor. Estemos seguros de que, en la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para traer y ofrecer su potente palabra de consuelo: “¡No llores!”. Esta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Pensemos siempre en esto: un encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios».
Al pasar por el umbral, recordó Francisco, «nosotros cumplimos nuestro peregrinaje dentro de la misericordia de Dios que, como con el chico muerto, repite a todos: “Yo te digo: ¡levántate!”. ¡Levántate! Dios nos quiere de pie. A cada uno de nosotros nos dice: ¡levántate! Dios nos quiere de pie, nos creó para estar de pie, por ello la compasión de Jesús lleva a la curación, y la palabra clave es “levántate”, “de pie”.
“Pero, padre, nosotros caemos tantas veces”. ¡Ánimo, levántate! Al pasar por la Puerta Santa tratemos de escuchar esta palabra: “¡Levántate!”. La palabra potente de Jesús puede hacer que nos levantemos y también puede obrar en nosotros el pasaje de la muerte a la vida. Su palabra nos hace revivir, da esperanza, consuela a los corazones cansados, abre a una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. ¡En la Puerta Santa está escrito para cada uno el inexorable tesoro de la Misericordia de Dios!».
Frente al chico que volvió a la vida y que fue devuelto a su madre, «todos sintieron temor y glorificaban a Dios diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros”, y “Dios ha visitado a su pueblo”», recordó el Papa argentino. Todo lo que Jesús ha hecho «no es solo una acción de salvación destinada a la viuda y a su hijo, o un gesto de bondad limitado a aquella aldea. En el socorro misericordioso de Jesús, Dios sale al encuentro de su pueblo, en Él aparece y seguirá apareciendo ante la humanidad toda la gracia de Dios».
En este sentido, «al celebrar este Jubileo, que —subrayó el Papa— quise que se viviera en todas las Iglesias particulares, es decir en todas las iglesias del mundo y no solo en Roma, es como si toda la Iglesia esparcida por el mundo se uniera en el único canto de alabanza al Señor».
La misericordia, pues, «tanto en Jesús como en nosotros, es un camino que parte del corazón para llegar a las manos… ¿Qué significa? Jesús te ve, te cura y dice: “¡Levántate!”… Con el corazón curado por Jesús hago obras con las manos. Jesús te ve, te cura con su misericordia, te dice: “¡Levántate!” y tu corazón es nuevo. Y con el corazón nuevo, curado por Jesús, hago las obras de misericordia con las manos y trato de curar a tantos que tienen necesidades. La misericordia es un camino que parte del corazón y llega a las manos, es decir a las obras de misericordia».
Durante los saludos en italiano, al final de la audiencia, el Papa volvió a reflexionar sobre la misericordia: «El otro día me decía un obispo que en su catedral puso puertas de misericordia de entrada y de salida. Yo le pregunté: “¿Por qué?”. Y me explicó que las primeras son para entrar y pasar por esa puerta y pedir el perdón y la misericordia de Jesús, y las segundas para llevar la misericordia a los demás. Es inteligente este obispo, ¿eh? También nosotros hagamos lo mismo. El camino de la misericordia que va del corazón a las manos, ¡es la Iglesia en salida!».

Wednesday, June 15, 2016

Papa Francisco; Jesus no es indiferente al grito del ciego

El Papa: ‘Jesús no es indiferente al grito del ciego’
El Papa Francisco en la audiencia general - Osservatore Romano
Miles de personas procedentes de todas las partes del mundo han acudido una semana más a la plaza de San Pedro, para compartir como cada miércoles la audiencia general con el Santo Padre.
Así, el papa Francisco ha saludado a su llegada desde el papamóvil a la gente allí reunida para después dar la catequesis semanal. Todos mostraban su entusiasmo y alegría ante el paso del Pontífice, que de vez en cuando se detenía para impartir su bendición, especialmente a los más pequeños.
Durante la catequesis ha reflexionado sobre la misericordia y la luz. Haciendo referencia al Evangelio leído al inicio de la audiencia, en el resumen hecho en español, ha explicado que este pasaje nos muestra a Jesús que, acercándose a Jericó, “restituye la vista a un ciego que mendigaba en el orilla del camino”. La figura de este hombre  –ha indicado el Papa– representa tristemente a tantas personas que, aún hoy sufren discriminación y rechazo por parte de los demás. Asimismo, el Santo Padre ha observado que es llamativo como este marginado a las puertas de Jericó, ciudad bíblica que simboliza la entrada a la tierra prometida, “en lugar de encontrar compasión y ayuda del prójimo, como pide la ley que Dios dio a su pueblo, halla en cambio insensibilidad y rechazo”.
Por otro lado, el Pontífice ha observado que como entonces, también ahora la indiferencia y la hostilidad causan ceguera y sordera, “que impiden percibir las necesidades de los hermanos y reconocer en ellos la presencia del Señor”. En contraste con esta actitud, ha asegurado el Papa, Jesús que pasa, “no es indiferente al grito del ciego que, movido por la fe, quiere encontrarlo e invoca su ayuda”.
Finalmente, ha asegurado que el Señor, como humilde servidor, escucha la súplica del ciego y le devuelve la vista. El Pontífice ha concluido precisando que gracias a su fe, “el hombre ve, pero sobre todo, experimenta el amor de Dios que, en Jesús, se hace siervo del hombre pecador”.
A continuación el Santo Padre ha saludado cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Así, ha deseado que “Cristo, en el que brilla la fuerza de la misericordia de Dios, ilumine y sane también nuestros corazones, para que aprendamos a estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos y celebremos las maravillas de su amor misericordioso”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. A los jóvenes ha deseado que “el Señor sea vuestro maestro interior” y les guie constantemente en los caminos del bien. A los enfermos ha invitado a ofrecer su sufrimiento a “Cristo crucificado para cooperar a la redención del mundo”. Y finalmente, a los recién casados, les ha pedidos que sean conscientes de la insustituible misión de amor a la que les compromete su matrimonio.
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 15 de junio de 2016
El Papa Francisco en la audiencia general - Osservatore Romano
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado en la catequesis de la audiencia general de esta semana sobre la figura del ciego de Jericó. Así, ha advertido cuántas veces cuando vemos tanta gente en el camino, gente necesitada, enferma, que no tiene para comer, que son refugiados, nos molesta. De este modo ha recordado también cuando estamos en situaciones difíciles es Jesús el que nos ha tomado de la mano y nos ha quitado del borde del camino.
Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis de este miércoles
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Un día Jesús, acercándose a la ciudad de Jericó, realizó el milagro de devolver la vista a un ciego que mendigaba por la calle (cfr Lc 18,35-43). Hoy queremos recoger el significado de este signo porque nos toca también directamente. El evangelista Lucas dice que el ciego estaba sentado en el borde del camino para mendigar (cfr v. 35). Un ciego en aquella época –pero también hasta hace poco tiempo– solo podía vivir de la limosna. La figura de este ciego representa a muchas personas que, también hoy, se encuentran marginadas por culpa de una desventaja física o de otro tipo. Y separado de la multitud, está allí sentado mientras la gente pasa ocupada en sus pensamientos; y el camino, que puede ser un lugar de encuentro, para él sin embargo es el lugar de la soledad. Tanta gente que pasa y él está solo.
Es triste la imagen de un marginado, sobre todo en el escenario de la ciudad de Jericó, el espléndido y glorioso oasis en el desierto. Sabemos que precisamente a Jericó llegó el pueblo de Israel al terminar el largo éxodo desde Egipto: esa ciudad representa la puerta de ingreso a la tierra prometida.
Recordamos las palabras que Moisés pronuncia en esa circunstancia, decía así: “Si hay algún pobre entre tus hermanos, en alguna de las ciudades del país que el Señor, tu Dios, te da, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano. Ábrele tu mano y préstale lo que necesite para remediar su indigencia. No abrigues en tu corazón estos perversos pensamientos: «Ya está cerca el séptimo año, el año de la remisión», mirando por eso con malos ojos a tu hermano pobre, para no darle nada. Porque él apelaría al Señor y tú te harías culpable de un pecado. Cuando le des algo, lo harás de buena gana. Así el Señor te bendecirá en todas tus obras y en todas las empresas que realices. Es verdad que nunca faltarán pobres en tu país. Por eso yo te ordeno: abre generosamente tu mano el pobre, al hermano indigente que vive en tu tierra”.
Es estridente el contraste entre esta recomendación de la Ley de Dios y la situación descrita por el Evangelio: mientras que el ciego grita, este tenía buena voz, invocando a Jesús, la gente lo regaña para hacer callar. Como si no tuviera derecho de hablar. No tienen compasión por él, es más, les molestan sus gritos.
Cuántas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en el camino, gente necesitada, enferma, que no tiene para comer, nos molesta. Cuántas veces nosotros cuando nos encontramos delante de tantos refugiados nos molesta. Es una tentación, todos tenemos esto, también yo, todos. Y por eso la palabra de Dios nos enseña. La indiferencia y la hostilidad hacen ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor. Indiferencia y hostilidad. Y esta indiferencia y hostilidad se convierte en agresión y también insulto: ‘echad a todos estos, ponedlos en otra parte’. Esta agresión, es lo que hacía la gente cuando el ciego gritaba: ‘vete, no hables’.
Notamos una particularidad interesante. El Evangelista dice que alguno de la multitud explicó al ciego el motivo de toda esa gente diciendo: “¡Pasa Jesús, el Nazareno!” (v. 37). El paso de Jesús es indicado con el mismo verbo con el que el libro del Éxodo nos habla del paso del ángel exterminador que salva a los israelitas en tierra de Egipto (cfr Ex 12,23). Es el “paso” de la pascua, el inicio de la liberación.
Cuando pasa Jesús siempre hay liberación, siempre hay salvación. Al ciego por tanto es como si le fuera anunciada su pascua. Sin dejarse atemorizar, el ciego grita varias veces a Jesús reconociéndole como el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, habría abierto los ojos a los ciegos (cfr Is 35,5).
A diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de la fe. Gracias a esta su súplica tiene una poderosa eficacia. De hecho, al oírlo, “Jesús se paró y ordenó que lo llevaran a él” (v. 40). Así Jesús quitó al ciego de la orilla del camino y lo puso en el centro de la atención de sus discípulos y de la multitud. Pensemos también nosotros, cuando hemos estado en situaciones difíciles también en situaciones de pecado, como ha sido Jesús el que nos ha tomado de la mano y nos ha quitado del borde del camino.  
Se realiza así un doble paso. Primero: la gente había anunciado una buena noticia al ciego, pero no querían tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia de que el buen anuncio implica poner en el centro del propio camino a aquel que estaba excluido.
Segundo: a su vez, el ciego no veía, pero su fe le abre el camino de la salvación, y él se encuentra en medio de los que habían salido a la calle para ver a Jesús. El paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos entorno a Él para permitir reconocer a quien está necesitado de ayuda y consuelo.
También en nuestra vida Jesús pasa. Y cuando pasa Jesús y me doy cuenta, es una invitación a acercarme a él, a ser más bueno, a ser mejor cristiano y seguir a Jesús. Jesús se dirige al ciego y le pregunta: “Qué quieres que haga por ti?” (v. 41). Estas palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un siervo humilde. Él, Jesús, Dios, ¿qué quieres que haga? ¿cómo quieres que te sirva? Dios se hace siervo del hombre pecador.
Y el ciego responde a Jesús no solo llamándolo “Hijo de David”, sino “Señor”, el título que la Iglesia desde el principio aplica a Jesús Resucitado. El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es escuchado: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado” (v. 42). Él ha mostrado su fe invocando a Jesús y queriendo encontrarle absolutamente, y esto le ha llevado como regalo la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús. Por esto el pasaje termina señalando que el ciego “ siguió a Jesús, glorificando a Dios” (v. 43).
Se hace discípulo, de mendigo a discípulo, también este es nuestro camino. Todos somos mendigos, todos, siempre necesitamos salvación. Y todos nosotros, todos los días tenemos que hacer este paso, de mendigo a discípulo. El ciego  poniéndose en camino detrás del Señor y entrando a formar parte de su comunidad. Aquel al que querían hacer callar, ahora da testimonio en voz alta de su encuentro con Jesús de Nazaret, y “al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios” (v. 43).
Sucede un segundo milagro: lo que ha sucedido al ciego hace que también la gente vea finalmente. La misma luz ilumina a todos reuniéndoles en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia sobre todos aquellos que encuentra: les llama, les hace ir con Él, les reúne, les sana y les ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso. Dejémonos también nosotros llamar por Jesús, sanar por Jesús, perdonar por Jesús y vamos detrás de Él alabando a Dios. Así sea”.
(Texto traducido desde el audio por ZENIT).